martes, 12 de marzo de 2013

9.


Toni dejó la mente volar mientras escuchaba el estribillo de la canción. Reach out and touch me, reach out and touch me… El volumen de la música aumentaba. Toni se giró, buscando con la mirada a Marcos. Tras unos momentos lo vio liándose con María. “Cabronazo” pensó alegre por su amigo y entonces, él comenzó a bailar cerca de Teresa. La mano que no sostenía el Vodka agarraba suavemente la cintura de la chica que se movía lentamente y poco a poco se dejaron llevar. Subía la intensidad de la música, a la vez que el alcohol a la cabeza de estos.



Toni abrió los ojos. Todo daba vueltas a su alrededor. Gente que bailaba muy rápido. Veía parejas abrazadas y algunas discusiones entre chicos que peleaban por dinero o quién sabe qué. Seguía abrazado a Teresa, que se movía esta vez al ritmo de Tonight, de Enrique Iglesias.
Entonces la vio. Era África. Estaba ahí, abrazada a él. Llevaba la misma ropa que su “nueva amiga”. Qué extraño… La miró. Sus ojos azules penetraban en los ojos color miel de él, ambos esbozaron una sonrisa sincera. Toni la abrazó con fuerza. ¿Dónde estaba su Vodka? No importaba; ahora la tenía a ella. Otra sonrisa, que dio paso al roce de sus labios: primero lentamente, luego con más agilidad, sus lenguas chocaban. Estaba terminando lo que nunca empezó en su casa. Qué bien sabía. Notaba su pelo ondulado entre sus dedos, estaba realmente contento de tenerla allí. Y luego, ella volvió a separarse de él.
Abrió los ojos de nuevo. Teresa estaba enfrente de él, le sonreía. Buscó con la mirada a África. Ni rastro de ella.
-¿Has visto a África?
-¿Qué? –preguntó Teresa algo desconcertada, aunque sonriente
-África, que…
-Has bebido suficiente. –interrumpió Teresa. –Venga, vamos a uno de esos pufs.
-Pero…
La chica lo miró. Sí, había bebido bastante ya. Volvió a besarlo y cogiéndolo de la mano, se dirigió hacia Marcos y María.
-¡Hola, chicos! –saludó Marcos.
-Tío… ¿Vienes conmigo al baño? Quiero decirte algo.
Marcos asintió. Las chicas vieron cómo se alejaban. Toni entró desconcertado al baño seguido de su amigo.
-¿Estás bien? –le preguntó él
-Sí. –dijo Toni tosiendo
-¿Cuánto has bebido?
-No tanto. Escucha, no estoy borracho, ¿vale?
-Venga, cuéntame.
-Me he liado con…
-¿Teresa? Lo sé. Lo he visto.
-¿Qué?
-Eso. ¿Acaso te has liado con alguien más? –rió Marcos
-Con África.
-¿África? ¡Me dijiste que no había pasado nada con ella!
-¿Ha estado aquí?
-No. ¿Qué estás diciendo, joder? Cuenta.
-A ver. Quizás ha sido una visión, yo…
-¿Crees que te has liado con África?
-Eso creo. Pero no puede ser. Porque no ha estado aquí…
-Mira tío, te has liado con Teresa. Pero no dejas de pensar en África, y el alcohol te ha afectado suficiente como para creer que ha sido con ella.
-Puede ser. África iba vestida como Teresa.
-¿Ves? –rió sonoramente Marcos. –Oye, olvídate. Y no bebas más.
-No estoy borracho.
-Lo sé, pero deliras un poco.
-¿Te has liado con María?
-Sí.
-Estoy perfectamente, lo sabía.
Los dos amigos rieron y dicho esto, salieron a reunirse con “sus chicas”.

Mientras tanto, en un sofá de la discoteca, Teresa y María hablaban acerca de la noche.

-No puedo creer que lo haya conseguido. Y no ha sido tan difícil.
-Eres irresistible. –rió María mientras daba un beso a su amiga en la cara, disimulando su inquietud.
-Creí que iba a ser más difícil, aunque el chico se ha hecho derogar.
-Pero ya lo tienes, ¿no? 
-Bueno, no le quiero perder, me gusta mucho. ¿Y tú?
-Se lanzó él. ¡Nunca hubiera pensado que le besaría!
Las dos amigas rieron. María alzó la cabeza. Ahí vienen –dijo a su amiga.
Los dos chicos se aproximaban hacia ellas. En el rostro de Toni podía verse la intranquilidad de haber besado a Teresa pensando en África. Marcos dio un beso rápido en los labios a María y se sentó a su lado. Se gustaban mucho.
Toni bebió del vaso de su amigo.
-¡Arg! ¿Qué mierda es esta?
-Una mezcla de varias cosas. –rió Marcos
-¿Vamos fuera? –preguntó Teresa a ese chico que tanto le atraía
-Bueno… -él aceptó. Se hubiera quedado, pero su amigo estaba besando de nuevo a María, y no entraba en sus planes quedarse mirando, ni dejar sola a Teresa.
Accedieron a la parte exterior de la discoteca. Les pitaban los oídos. Un chico vomitaba, sostenido por otro, algo más sobrio. Volvió a recordar a Carla.
-Aquí se está bien…
-Claro, el aire fresco es bueno para las borracheras.
-No estoy borracho.
-Cierto, aún podrías estar peor… -rió
Toni miró hacia el interior, la gente se amontonaba en la barra con la intención de emborracharse aún más. La camarera que lo invitó una hora antes estaba ajetreada. Giró la vista hacia Teresa, que se apoyaba en una barandilla, mirando a ninguna parte. Dos pendientes de aro, pequeños, adornaban su oreja izquierda. Un poco de carmín rojo quedaba en sus labios, otro poco en el filo del vaso que sostenía en la mano. Sí, su blusa era absolutamente transparente, se veía con claridad el sujetador negro que llevaba debajo. Sus pitillos negros acababan en unos altos tacones, que la podían a la misma altura que él: 1, 85. Estaba espectacular, con la luna reflejándose en sus ojos marrón oscuro. Quizás besarla no había sido tan mala idea. Quizás esa chica le podía interesar. O puede que el alcohol estuviera pensando por él.
-¿Quieres algo más? –le preguntó
-Bueno…
-Yo te traigo lo que quieras. Aunque opino que no deberías beber mucho más.
-No estoy borracho…
-Ya me lo has dicho, pero no sé.
-Yo iré a la barra. Tú espérame aquí.
-Como quieras. Pídeme un Whisky.
Toni se dirigió a la barra, dejando atrás a Teresa, que volvía a mirar hacia ningún lado. Se hizo un hueco entre la muchedumbre y accedió a la barra. La música estaba muy alta.
-¡Hola! –saludó Toni a un camarero, que lo ignoró. Enseguida vino la chica que lo había atendido un par de veces antes.
-¡Tú otra vez! –le dijo gritando
-Sí. –rió Toni -¿tanta molestia soy?
-Para nada, ya quisiera yo que te quedaras conmigo…
-Un Whisky con mucho hielo y para mí un Malibú con Piña.
-Toma, pero antes, prueba esto.
La camarera le ofreció un vaso de tubo lleno de algún líquido.
-¿Qué es?
-Un cóctel. Especialidad de la casa, a este también te invito.
Toni bebió. Estaba fuerte, no sabía qué clase de cosas habían mezclado, pero se lo tomó todo. La garganta le ardía. Instantes después empezó a agobiarse entre tanta gente. La camarera ya no estaba delante de él, atendía sonriente a otra chica. Cogió el Whisky con hielo y su Malibú y comenzó a caminar hacia la salida. Le picaban los ojos. La gente se movía sin cesar, de un sitio a otro, gritando. ¿Era una pelea? No. Algunos bailaban. Por el camino miró hacia el puf donde Marcos estuvo sentado. Ya no estaba allí.  María tampoco. Los buscó con la mirada, pero se mareaba al centrarla en un punto fijo. Continuó andando. Cuando por fin salió, se dio cuenta de que su “nueva amiga” no estaba allí. ¿Dónde se habían metido todos? Alguien pasó por su lado, empujando su hombro. Malibú al suelo. Le pesaban los párpados, su garganta se secaba. Dio un trago al Whisky. Mejor. Otro trago. El ambiente se relajaba. Un último trago antes de sentarse en el suelo, con la cabeza apoyada en la pared. Algunas personas lo miraban, se reían, cuchicheaban, pero ninguna se acercaba a ver qué le pasaba. No estaba bien. Otro sorbo al Whisky. No debería beber más. ¿Qué hora sería? Miró su muñeca derecha. ¿Y el reloj? Ah, en la izquierda. Los números se movían. La aguja larga señalaba el número diez. ¿Y la corta? En ese instante, alguien se agachó junto a él, apresuradamente.
-¡Toni!
El chico hizo un esfuerzo en vano por ponerse de pie. Miró a los ojos de la otra persona. La chica se sentó a su lado, le agarró la mano.
-Tranquilo.
Toni la miró de nuevo. Era Teresa, ahora la tenía más cerca.
-Llevo buscándote un cuarto de hora. ¿Dónde estabas?
-Yo… No sé. Fui a la barra. Ah, tu Whisky… -le contestó él, acercándole el vaso, a la mitad.
-Da igual, ya no voy a beber más, son las tres menos cinco. Tenemos que volver en coche y soy yo quien conducirá. –dijo Teresa, que aunque tenía el punto del alcohol, aún se controlaba y sabía que tenía que ser responsable aquella noche.
Él la miró. La cabeza le daba vueltas.
-Ahora sí estás borracho…
-¡Que no! –gritó Toni arrojando al suelo el vaso de Whisky con hielo que su amiga había rechazado.
Teresa se dio cuenta entonces de la situación: Toni había bebido demasiado, Marcos y María habían desaparecido. Aquella noche iba a dar de sí.

 -Vamos, tranquilo.
Otra arcada. Ya no tenía nada más que vomitar. María sostenía la cabeza de Marcos frente a un váter, dentro del baño de los chicos. Algunos habían hecho comentarios sobre su estancia allí, aunque a ella no le habían afectado. Se habían llevado rato andando con una copa en la mano por toda la discoteca, evitando a la extraña pareja del autobús. Marcos se inclinó una última vez, y acto seguido se sentó en el suelo. María lo ayudó a ponerse en pie, volvieron a la zona de los pufs. Otro distinto al que habían estado antes estaba libre, ahí se sentaron. 

8.


África abrió la puerta, esperando a que Toni se marchara. Unos segundos después, él estaba saliendo. 
-Mañana.
-Adiós. -dijo ella con una suava sonrisa. Y cerró. 


Caminó hasta su cuarto. La película se había quedado parada unos instantes antes de que Charlie besara a Tess. ¿Casualidad?  Destino.


-Pásame el colorete, Mar.
-Acércame tú el peine azul.
Teresa ponía un poco de color a sus mejillas. Luego a sus labios. Se veía guapa aquella tarde, y eso le gustaba. Por otro lado, María cepillaba su melena rubia. Brillante y sedosa. Aquellos tacones le quedaban de maravilla y a ella, unos centímetros de más no le venían mal.

Siete y media. Toni abrió la puerta de su casa. Su madre se asomó desde la cocina.
-¿De dónde vienes? –preguntó Marta algo nerviosa
-De casa de una amiga. Ahora me voy de nuevo.
-¿A dónde?
-Con Marcos y dos chicas.
-Toni, ¿tienes novia?
-¿Qué? ¿No crees que te lo hubiera contado?
Marta se quitó el delantal y lo colgó en el pomo de la puerta. Se acercó despacio a Toni. Cogió su mano.
-Mírame, hijo.
Toni hizo caso. Los ojos marrones de su madre brillaban. Él la miró intensamente. Ella sonrió.
-Te quiero.
-Y yo, mamá. –le dijo dándole un beso en la frente.
Toni soltó la mano de su madre y se fue directo a su cuarto. Cogió ropa limpia.
-¡Me doy una ducha y salgo, mamá!
-¡Vale!

Marcos también se duchaba en ese momento. Ambos se habían dado una ducha en el gimnasio pero otra, después de toda la tarde, no venía nada mal.
Salió de la casa de su tía despidiéndose con dos besos; tanto de ella como de su tío. El autobús no tardó. Cinco paradas después, se bajó. Caminó algunos metros: pocos. Noveno A.
-¿Sí?
-Soy Marcos. ¿Está Toni?
-Dime tío. –saludó Toni que acababa de coger el portero.
-¿Subo?
-Claro.
Toni pulsó un botón en el que aparecía el dibujo de una llave y con un “riiiiing” la puerta se abrió.
Tres minutos más tarde, Marcos llamaba a la puerta.
-Hola, Marcos –saludó Marta sonriente
-Hola, Marta.
Dos besos. Toni apareció por el pasillo poniéndose una camisa azul. Los dos primeros botones desabrochados, por fuera de los pantalones. Zapatos elegantes, pero no demasiado.
Marcos, por su parte, llevaba otra camisa: blanca. Náuticos y pantalones piratas. Su pelo rizado y no muy largo, y sus ojos azules le daban un toque personal muy atractivo.
-Que guapos. –dijo finalmente Marta, que los contemplaba de cerca
Los dos chicos sonrieron.
-Hemos quedado en la puerta del gimnasio.
-¿Puedo coger el coche?
-Lo tiene tu padre, hijo. –contestó Marta
-Bien. Entonces en autobús.
Toni se metió en uno de los bolsillos la cartera y el móvil. En el otro las llaves de su casa.
-¿Llevas el bonobús? –preguntó Marta
-Sí, mamá. En la cartera.
-¿A qué hora volveréis?
Marcos esperó a que su amigo respondiera por él, pero Toni se limitó a mirarlo ante la duda.
-Pues no sé…
-Bueno, podéis venir cuando queráis, pero tened mucho, muchísimo cuidado. ¿Vale?
-Lo juramos. –rió simpático Marcos. Su sonrisa era muy bonita también. Había llevado aparato dental tres años, pero mereció la pena.
-¿Lo llevas todo?
-Sí, ¿y tú?
-Todo.
-Pero todo, todo… tu me entiendes… -Marcos guiñó un ojo a su amigo, que se limitó a sonreír. Una sonrisa sin trascendencia, sin importancia.

Ocho en punto.
-Vamos, venga.
-Ya voy. –dijo María retocándose el pelo por última vez.
Las dos amigas salieron en dirección al coche. Teresa conducía. Mientras tanto, Toni y Marcos esperaban al autobús en la parada más cercana a la casa de Toni.
-¿Quién viene aparte de nosotros cuatro?
-¿Crees en serio que viene alguien más?
-Solo pregunto.
-No, nadie.
-Parejitas… Genial. –dijo irónicamente Toni
-Y creo que Teresa te quiere para ella, así que espero que no me haya buscado una pareja demasiado… diferente a mí.
Toni suspiró. El autobús estaba llegando. Marcos alzó una mano en modo de aviso y acto seguido paró. Los dos amigos se subieron. Cuando Toni estaba sacando su cartera para chequear el bonobús, vio el ticket donde África le había escrito su número y demás. ¿Debería haber rechazado la cita y haberse quedado con ella? ¿Debería haber terminado de ver la película? Si tan seguro estaba de que esa chica empezaba a llamar su atención, ¿por qué no la besó? Bueno, lo intentó. Quizás estaba pensando más de la cuenta en ella. Quizás a ella no le gustara él. “Mañana, que voy a recogerla lo veré…” pensó.
-¡Venga!
Toni levantó la cabeza un poco. Su amigo lo estaba esperando, aún no había pasado el bonobús.
-Lo siento… -dijo al conductor mientras chequeaba
No había asiento libre. Un grupo de chicas de unos quince años los miraban fijamente y cuchicheaban acerca de lo guapos que eran y lo buenos que estaban.
-Nos queda una noche intensa por delante… -rió Marcos
-Hace tiempo que no salgo de noche…
-Desde lo tuyo con Carla, ¿me equivoco?
-No. Esa fue la última noche que salí de fiesta a lo grande, y no lo pasé muy bien, ya sabes…
-Pues esta noche tiene que ser un desfase.
-Precaución…
-Eso siempre. –Marcos volvió a guiñar un ojo a su amigo. Con segundas.

En esa misma ciudad, cinco meses antes…
-¡Eres lo más bonito de toda la fiesta! –gritaba una pelirroja subida a la barra del bar
-¡Carla baja de ahí!
-¡Sube tú! ¡Sube y tómate otra!
-¡Carla! –Insistió Toni -¡Vas a caerte!
-¡Que no me caigo, pesado! –lanzó uno de sus tacones con los que bailaba en la mano hacia el chico, que afortunadamente lo esquivó.
Las miradas de la gente empezaban a ser críticas. Había dejado de ser un juego, una broma. Aquella chica con la que Toni llevaba saliendo casi siete meses había vuelto a perder la cabeza con el alcohol y eso, a Toni, empezaba a cansarle.
Carla no paraba de saltar, gritar cosas sin sentido y beber. Ante el panorama, los camareros avisaron a los porteros de la discoteca, que enseguida acudieron llevándosela. Toni la siguió. Estaba fuera, junto a la entrada, de rodillas.
-Toni… Hey, amigo. Ven.
Él se acercó.
-Me encuentro verdaderamente mal… -los ojos de su chica parpadeaban sin cesar. La sonrisa borracha de ella iba y venía constantemente.
Toni la ayudó a ponerse de pie. Marcos también salió fuera y colaboró. Entre los dos consiguieron agarrarla para que no perdiera el equilibrio y, ahí delante, en un árbol, vomitó.


-Hemos llegado, tío.
Los dos amigos caminaron entre la multitud del miércoles noche previo a las vacaciones. Algunas adolescentes con falda demasiado corta y tacones demasiado altos caminaban moviendo exageradamente las caderas, intentando aparentar más edad. No había tanta gente como un sábado noche, pero el ambiente no estaba mal.
-Allí están. –señaló Marcos, que ya había divisado a las dos chicas en el lugar citado.
Toni miró fijamente. Iban bastante arregladas, muy guapas. Cruzaron el paso de peatones que los separaba y se unieron a ellas.
-¡Hola! – Teresa puso una mano en el hombro izquierdo de Toni y la otra en su cuello, y con dos sonoros besos en las mejillas lo saludó entusiasmada.
“Que fuerte está” pensaba ella mirándolo intensamente.
En ese mismo instante, María se percató de quién era aquel Marcos: el chico con el que ya había coincidido tres veces en el autobús de camino a la biblioteca estaba ahí, delante de ella. Así de cerca le parecía incluso más guapo. Sus ojos azules la miraron sonriente.
-¿Nos hemos visto antes? –le preguntó él y acto seguido le dio dos besos
-En el autobús, jamás hubiera pensado que fueras tú el famoso Marcos. –rió María animada
Segundos más tarde, Toni saludó a María y Marcos a Teresa. Iba a ser una noche para recordar.


-…Y nada más.
-¿Nada más? ¡Estás loca! Deberías haberlo besado…
-¡Ale!
-Joder, es como dejar escapar un ángel…
-No, es…
-¡Es dejar escapar un Toni! –rió Alejandra
África estaba tumbada en la cama, boca arriba, pensando en lo que había pasado.
-Pero sinceramente, lo veo mal por su parte. ¿Te dice de poner una película y se va sin terminarla?
-Me dijo que la acabaríamos… algún día.
-Áfri… y eso de que te recogerá mañana…
-¿Tú vas?
-Claro. Li también.
-Lidia siempre… -rió África resignada
-¿Y confías en él?
-Sí. Creo que sí.
-Entonces mañana en el instituto me cuentas, que tengo que irme.
-Pues hasta mañana, amor.
-Adiós, un besito, cariño.
África fue quién colgó, y cerró los ojos para relajarse.


Después de media hora caminando y hablando acerca de todo un poco, llegaron al lugar donde Teresa había planeado pasar la noche. O la primera parte al menos.
-¿Os gusta el sitio?
Toni, Marcos y María miraban a Teresa, que les dirigía por una sala con música, aunque no muy alta ni muy marchosa. Más bien tranquilita.
-Esperaba un fiestón de esos que tú te sueles pegar… -rió Marcos
-¡Pero aún es temprano! Ahora subimos a la terraza y luego, a las doce, bajamos; que es cuando empieza la marcha.
Accedieron a una terraza enorme, con toldos blancos y bolas de discoteca colgando de estos a modo de adorno. Había sofás de distintas formas y pufs por todas partes, la barra brillante de cristal, llena de botellas y cócteles. Una luz intensa azul iluminaba el ambiente. Todo muy chic.
La sonrisa blanca de Teresa relucía en la noche cálida que ya entraba. Ella dirigía el grupo. María, por su parte, caminaba lentamente charlando con Marcos, con el que había congeniado de maravilla. Toni iba detrás de estos, fijándose en cada detalle de aquel lugar.
Se sentaron en uno de los sofás redondos, que en el centro tenían una mesa.
-Voy a acercarme a la barra. ¿Qué queréis? –preguntó Teresa que miraba sonriente el rostro de Toni: sereno y simpático. “Qué guapo está esta noche…” pensaba todo el tiempo.
-Yo una Coca Cola. –pidió Toni
-Yo otra. –dijo María
-Sorpréndeme. –concluyó Marcos
-Uh, Marquitos… me gusta tu forma de pensar. –rió Teresa. –Y en cuanto a vosotros… -dijo mirando a Toni y María –sois unos aburridos.
-¿No es mejor dejar el alcohol para la discoteca? Yo creo que sí. –comentó Toni desafiante
-Lo bueno se hace esperar. –le contestó Teresa, que se había sentido provocada a pesar de que le había gustado la respuesta del chico.
With Love de Hilary Duff sonaba por los grandes altavoces situados en dos de las columnas de aquel sitio.
Ahora era Toni quien charlaba abiertamente con María, que contaba anécdotas sobre su último viaje a casa de sus tíos, en Lanzarote. Marcos la miraba atento a la historieta, sin parar de reír, ella era una chica muy graciosa así de cerca, a pesar de parecer muy tímida y retraída en un principio.
Teresa acudió con dos Coca Colas que entregó a Toni y María. Acercó un vaso de tubo lleno de un líquido rosado a Marcos y otro se lo quedó ella.
-¿Tinto de verano?
-Muy buen ojo, Marquitos… -rió Teresa al ver la audacia de su amigo para saber lo que le había traído.
-No sé por qué pero el que ponen aquí es mi favorito. Es como si le dieran un toque personal.
-¿Cómo conociste este sitio?
-Trabajé aquí. –contestó Teresa feliz al ver que Toni se había interesado por ella de algún modo
-¿Cuándo? –preguntó Marcos sorprendido por el currículum de su amiga
-Pues… hará dos meses o así.
A decir verdad, Teresa tenía pinta de ser una de esas chicas jóvenes y activas abiertas a cualquier tipo de trabajo que conllevara una relación directa con la sociedad.
-Me pago los estudios de diseño trabajando… Normal, ¿no?
Todos sonrieron. “Que sonrisa tiene Toni. ¡Qué sonrisa!” Esa frase no dejaba de pasearse por la mente de Teresa, que contemplaba cada movimiento del chico: dulce y acogedor.
-Voy al baño… -dijo Teresa sin quitarle el ojo de encima a aquel chico
-Te acompaño. –concluyó María
Las dos se marcharon. Los amigos se quedaron solos por primera vez en toda la noche.
-Que maja es María…
-¿Te gusta? –rió Toni
-Ya la conocía. Bueno, la había visto. La vi con esa amiga tuya… ¡África! Sí, con ella. En el autobús.
-¿África?
Marcos asintió mientras daba un sorbo al Tinto que le había traído su amiga y empezó a comentar a su amigo lo que le parecía aquel lugar, pero la mente de Toni no estaba allí, sino en casa de África, visualizando aquella habitación donde unas horas atrás había empezado a ver una película. No había pensado en ella en toda la tarde. ¡Ah, sí! En el autobús, pero no después. En realidad, había estado pendiente de aquella intima reunión de amigos e indirectamente, pendiente de Teresa. Aquella chica le resultaba distinta, interesante. Era un sentimiento parecido a lo que sentía con África, sólo que a Teresa no la sentía tan cercana. Literalmente sí, porque ella se había llevado toda la noche cerca de él, pero no figuradamente. Con África era diferente de algún modo: se sentía más cómodo que con Teresa. Sí, eso era. Definitivamente.
-Toni, ¿me estás escuchando?
-¿Eh? No, tío. Lo siento. Estaba pensando…
-¿En Teresa o en África? –rió Marcos
-En las dos…
-¿Qué te pasa? –le preguntó su amigo, en un intento de ayudar a que se desahogara
Toni iba a responderle, estaba dispuesto a contarle lo que había pasado aquella tarde con África. O más bien, lo que no había pasado. Quería hacerle saber a su mejor amigo lo que sentía al estar con cada uno, él lo entendería y le daría consejo. Aunque parezca raro, Marcos había tenido más novias que Toni, pero este había tenido más pretendientas. Pero justo en el momento en que incorporó para contar a su amigo todo aquello, Teresa apareció andando hacia ellos, despampanante. María la seguida algo menos provocativa que su amiga pero también sexy. Toni se fijó en aquella segunda chica. Era menuda, pero se la veía segura de sí misma, y eso era bueno puesto que transmitía confianza a los demás. La melena rubia le caía por los hombros. Parecía una muñequita. Toni sonrió.
-¿Estás feliz? –le preguntó una voz muy sensual que se acercaba a su oído por detrás
Toni se giró. Cómo no: Teresa. Pero decidió no hacer ninguna mueca de disgusto puesto que la chica no le había hecho nada. Sólo intentaba acercarse a él, y no pretendía ser un borde.
-Sí, estoy… bien. –le sonrió alegre
-Entonces como yo. –respondió Teresa alargando un brazo alrededor del cuello de su “nuevo amigo”, y arrimándose a él.
Toni se percató de la cercanía repentina que había tenido Teresa con él. ¿Por qué sería? ¿Se había perdido algo? Sí.

Unos minutos antes, en el baño de las chicas de aquel lugar…
-¿Ataco?
-¿Atacar? Ve poco a poco…
-Eso ya lo sé, me refiero a si… empiezo ya a acercarme a él.
-Hazlo. Debes empezar a calentar el ambiente… -le aconsejó María a su amiga mientras se retocaba el gloss.
Salieron del baño en dirección a los chicos. Teresa caminaba sobre sus tacones delante, firmemente y con la mirada puesta en Toni. María la seguía, mirando a su alrededor, haciéndose notar. Teresa se percató de que Toni sonreía. Era el momento de atacar.


Once de la noche. Sonaba ahora Hot de Avril Lavigne. Teresa dio un sorbo más a su tercer Tinto y comenzó a cantarla muy animada. El resto del grupo la miraba sonriente. Marcos tenía el brazo alrededor de la cintura de María, que ahora bebía un chupito de licor que les había regalado el camarero, un conocido de Teresa. La velada comenzaba a ponerse interesante: Toni acababa un cubata que había dado paso a  una larga conversación con su ahora “nueva amiga”.
-¿Tu novia no se pondrá celosa de que estés aquí? –preguntó Teresa que ya sabía la respuesta, con una brillante sonrisa
-No tengo novia… -rió Toni
-¡No me lo puedo creer! ¡Si eres majísimo y estás para chuparse los dedos!
Toni rió ante la descarada respuesta de Teresa. Bebió un poco más. Aquella chica era atrevida, eso le atraía bastante. O quizás es que aquel ambiente nocturno lo estaba confundiendo.

Doce y cuarto. África comía chocolate mientras chateaba con sus amigas. El ruido de la televisión llegaba desde el salón. La tranquilidad de aquellas noches sin nada que hacer era insuperable, al menos para ella.
-Al final no voy mañana.
-¿No? Yo sí… Y Ale también.
-Yo he convencido a mi madre. Así comeré fuera con David.
-Al final no irá nadie…
-Seguro que no. Es el último día.
-Quizás den alguna nota…
-Tampoco lo creo. Hay que esperar al viernes.
-Estoy nerviosa.
-Y yo.
-No solo por las notas, hay algo que me inquieta.
-¿Qué cosa?
-No lo sé…

A esa misma hora, en la terraza de aquel lugar tan ambientado, Teresa animaba a sus amigos a bajar a la discoteca. Todos aceptaron. La música sonaba allí más fuerte y la gente bailaba como loca. La barra estaba rodeada de clientes que abusaban de alcohol. Toni miró a su alrededor con atención: chicas dislocadas, chicos aprovechados, vasos de plástico que caían al suelo, luces parpadeantes… Una fiesta.
-¿Qué miras? –le sorprendió Teresa y acto seguido le dio un sonoro beso en la cara
-El ambiente. –contestó Toni casi gritando, por el ruido que había allí
-Vamos a buscar a María y Marcos, ¿vale?
Toni asintió con la cabeza. Apenas oía lo que Teresa le decía, a pesar de que ella se acercaba a solo unos milímetros de su oreja para hablarle. La mano de la chica agarró fuerte la de él, y los dos avanzaron abriéndose paso entre la multitud.
Al fondo, en un puf, estaba sentado Marcos. María encima de él, algo nerviosa. Había visto a la pareja extraña de aquél día en el autobús rondando por allí, y ella sabía muy, pero que muy bien por qué estaban en aquel lugar.
-Vaya, vaya, tortolitos… -rió Teresa
-¡No había sitio, capulla! –le replicó María riendo también
-¿Os traigo algo? –preguntó Toni sonriente
Negaron con la cabeza todos, Marcos señaló el Cuba Libre que tenía en la mano, haciendo saber a su amigo que estaba servido. Toni sonrió y se acercó hasta la barra mientras un par de chicas le gritaban algunos piropos. Teresa lo siguió.
-Pídeme un Ron con Coca Cola, por favor. Y cargadito.
Toni asintió.
-¿Qué te pongo, guapo? –le preguntó una camarera
-Un Ron con Cola cargadito y un Vodka con limón para mí.
-Invita la casa. –la camarera guiñó un ojo  y enseguida les sirvió
Toni entregó el Ron a Teresa, que lo miraba con satisfacción.
-¿Qué pasa? –preguntó Toni entre risas
-¡Nada!
-Vamos, dime…
-¡Estás muy guapo esta noche!
-¡Tú también!
-¿Qué?
-¡Que tú también! –gritó Toni acercándose a Teresa
La chica se arrimó aún más a él. Pecho con pecho. Estaban rodeados de gente que bailaba y gritaba sin parar.
-¿No bailas? –le preguntó mientras comenzaba a mover sus caderas al ritmo de Reach Out de Hilary Duff.
Toni la miró sonriente. Esa chica desprendía energía y no había mentido: iba guapísima con esa blusa casi transparente y esos vaqueros negros tan ajustados. Con los tacones estaban a la misma altura. Sus labios rojos bebían un poco de Ron a la vez que su cuerpo se dejaba llevar por la canción. Cerraba los ojos, perfectamente delineados y movía el pelo. Era realmente atractiva.
Toni dejó la mente volar mientras escuchaba el estribillo de la canción. Reach out and touch me, reach out and touch me… El volumen de la música aumentaba. Toni se giró, buscando con la mirada a Marcos. Tras unos momentos lo vio liándose con María. “Cabronazo” pensó alegre por su amigo y entonces, él comenzó a bailar cerca de Teresa. La mano que no sostenía el Vodka agarraba suavemente la cintura de la chica que se movía lentamente y poco a poco se dejaron llevar. Subía la intensidad de la música, a la vez que el alcohol a la cabeza de estos. 

7.


Toni sonrió sin dejar de sentirse incómodo ante aquella tensa situación. Había percibido la fría reacción de África y le había fastidiado verla así. ¿Por qué? ¿Qué era exactamente lo que aquella chica despertaba en él?


Inicio. 
-¡Me ha contestado, Mar!
-¿Y…? –contestó la chica rubia sonriendo
-¡Sí! ¡Salimos con ellos!
-¿Qué te ha dicho?
-Lee.
Teresa giró su portátil hacia María. Esta leyó el mensaje de Marcos:
“Ya he hablado con Toni y sí. Salimos. ¿Hora y lugar?”
-Nueve, ¿no?
-Ocho y media. Cuanto más tiempo con ellos mejor. –sonrió satisfecha Teresa


Cinco y veinte de la tarde. A Toni se le había pasado el tiempo volando entre las bromas y las charlas con África. “Que chica tan estupenda” pensaba él.
-¿No te cansas?
-¿De qué?
-De estar aquí, encerrado en casa.
-¿Te cansas tú?
-No.
-Pues yo menos.
-¿Por qué menos?
-Porque estoy contigo. Eres divertida. Me caes bien.
Sonrisas.
-Y tú a mí.
Más sonrisas.
-¿Vemos una película?
-Pues… espera que busque a ver las que tengo aquí.
Sonó un teléfono. El móvil de Toni.
Mientras, África echó un vistazo rápido a las películas que había en su ordenador: Cartas a Julieta, Historias de San Valentín, El diario de Noa…
“Joder, son todas románticas.” Pensó ella.
Love Actually, Pearl Harbor, Amor sin fin. Qué desastre. ¿Es que no tenía ninguna película que no fuera de ese género? No era lo más adecuado para ver con Toni. Si fuera por ella lo haría, pero quizás a él no le gustaba o la idea le parecía descarada.
Titanic, Un paseo para recordar, La última canción. Nada. No encontraba la adecuada.
-Esa vale, si quieres. –dijo Toni señalando uno de los archivos.
-¿Esta?
Toni asintió.
-¿Quieres ver Siempre a mi lado?
-Sí, ¿por qué no?
-Me extraña… ¿La has visto ya?
-Dos veces. Es genial.
-Ah… No pensé que te gustaran este tipo de películas.
Toni rió.
-¿Acaso no me pueden gustar las películas con un toque romántico? Claro que sí. Además, el tema principal no es ese. ¿Has visto la complicidad entre los hermanos? Como persiste el mayor… No sé, me gusta. También me gustan las películas de terror, de coches, aventuras… Indiana Jones, por ejemplo. Pero esta está bien.
-Bien, entonces perfecto.
Toni se acomodó en la cama de África. Ella a su lado. Play. La película comenzó.

Teresa había recibido el último mensaje de Marcos. Hora y lugar confirmados. Sólo quedaba esperar para la gran noche.
-Mar, Marcos me ha dicho que las ocho y media está bien. En la puerta del gimnasio.
-Me parece bien. ¿Vamos en tu coche, no?
-Sí.


África miraba fijamente la pantalla. Toni tenía razón, era genial. A ella también le encantaba. ¿Y el protagonista? Zac Efron, salía guapísimo. Se le recordaba a Toni. Lo miró. Sí, definitivamente se parecían, solo que los ojos de este eran color miel, y los de Zac azules. Ah, y Toni tenía el pelo más castaño. Pero la forma de la cara y los brazos… eran idénticos.
La película avanzaba conforme los sentimientos de ambos se revolvían por dentro. Era triste, muy triste, ver el sufrimiento de aquella familia a causa de la muerte del pequeño.
Toni miró a África, que tenía los ojos puestos en cada una de las escenas. Atenta y silenciosa. Intrigada, a pesar de todas las veces que había visto ya esa película.
Minuto 35:55. La protagonista habla con su entrenador sobre el tiempo. Él le explica que hay demasiado viento y ella le recrimina que necesita más horas de navegación. De repente, el entrenador se da cuenta de que los ojos de la chica están puestos en Charlie, el protagonista. Ella le cuenta que no le veía desde el instituto.
África mira a Toni que ahora es quien tiene los ojos fijos en Tess.
-Le gustarías.
-¿Qué?
-A la chica. –rió África. –Digo que le gustarías a la chica.
-¿A la protagonista? ¿Yo? ¿Por qué?
-A ella le gusta el protagonista, y tú te pareces a él.
-¡Venga ya! No nos parecemos…
-Tenéis el mismo cuerpo, no me jodas…
Risas.
-…bueno, los ojos son diferentes, sí. Y tu pelo es más oscuro. Pero el corte y la forma de la cara… ¡Claro que os parecéis! –continuó ella
-¿Y a ti? ¿Te gusta a ti este Charlie?
-No, claro que no… -mintió sonriente África
-Pues tú te pareces a la chica.
-Eso sí que no.
-Vale, vale. –rió Toni. –Te doy la razón. Tú eres más guapa.
-¿Si, verdad? Claro…
-Va en serio. Tienes unos ojos más bonitos. El color de pelo sí es igual que el suyo pero vistes mejor también. –concluyó tirándole de una manga de la camiseta.
-Bueno, presta atención a esa chica que tanto te gusta, anda.
-Presta tú atención a Charlie. Que sé que cada vez que lo niegas, te gusta un poco más.
Quizás tenía razón Toni. ¿Y si cada vez que lo miraba le gustaba más? ¿Era eso lo que le estaba pasando con él?
En cuanto volvieron a prestar atención a la película, Charlie estaba metido en una pelea. Lo separaron a él y a su contrincante, aunque en un despiste de este, Charlie le da un puñetazo.
-Yo no soy tan bruto…
-¿Ni si quiera si alguien te provocara?
-Bueno, depende.
-Seguro que sí. Le ha recordado el accidente con su hermano. Es normal…
La película avanzó con algunos comentarios de los dos espectadores, que ahora estaban más juntos.


-¿Qué te vas a poner?
-¿Tú no estabas estudiando?
-No me concentro pensando en lo de esta noche.
Risas.
-Vestido corto. Ajustado. Escotado. Tacones altos.
-¿No exageras para una pequeña cita?
-¿Pequeña? ¡Tiene que ser nuestra gran noche, Mar! Mira, me apetece mucho conocer a Toni… Y si no provoco un poco, quizás no se fije en mí.
-Oye, Tere, eres una chica preciosa, ¿vale? Con buena delantera y buen culo. Eres lista y simpática. No te hace falta provocar tanto para que ese chico se fije en ti.
-Pero…
-Guarda esa ropa para una fiesta. Esta noche sólo será una cita.
-¿Entonces…?
-Esto irá bien. Seguro que te lo ganas. –le dijo María a su amiga acercándole una blusa transparente y unos vaqueros negros ajustadísimos. –Los tacones te doy permiso para ponértelos.
-¿Qué te pondrás tú?
-Camiseta escotada y falda de tubo.
-Pues voy a la ducha. Ve vistiéndote. Son ya las seis y media.

En la pantalla, el minuto 49:16 mostraba cómo Charlie le proponía una cena a Tess.
-¿Sabes cocinar? –se aventuró a preguntar África
-Algo. Puede que algún día te invite yo a ti.
-¡No! Seguro que quieres envenenarme…
Los dos rieron. Toni miró la hora. Siete menos veinticinco. Habían parado la película un par de veces, pero en seguida la reanudaron.
-¿Te apetecen unas palomitas de microondas? Me salen muy ricas…
Toni rió divertido.
-Me encantaría…–África se puso en pie dispuesta a ir a la cocina cuando él agarró su brazo. –Pero no puedo.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Tengo que irme…
-La película no ha acabado…
-Lo sé pero…
-Ah, sí. ¿Has quedado, verdad?
-Pues sí, aunque…
-Oye, tranquilo. De todos modos mi madre estaba a punto de llegar, puede que no le hiciera gracia verte aquí, así que… vete. Puedes irte. No es que tenga que darte permiso para que te vayas, puedes hacerlo tú solo. Y cuando quieras, de verdad, pero…
La mano derecha de Toni tapó repentinamente la boca de África, que se quedo quieta ante esa reacción. Los ojos de ella penetraban en los de él. Brillantes y temerarios.
-¡Calla un poco! –rió el chico retirando la mano
África se limitó a esbozar una leve sonrisa de medio lado. 
-Te prometo que seguiremos viendo la película. Que la acabaremos de ver.
-Ah… ¿Cuándo?
-Mañana.
-No puedo, mi madre vuelve temprano y… ya sabes.
-El viernes.
África miró fijamente a Toni.
-No. Imposible. Empiezan las vacaciones y me voy.
-¿Qué? ¿A dónde?
-Al sur. A alguna parte de Andalucía.  A la costa. Puede que Málaga, o tal vez Granada. A lo mejor Cádiz. O Huelva.
-¿Vas en coche?
-En coche al barco.
-¿Barco?
-El novio de mi madre es patrón. Tiene un velero. Pasaremos allí dos semanas. Tres. No estoy segura, pero no estaré aquí…
-Ah… ¿Quieres decir que no nos veremos hasta julio?
-Finales de julio, seguramente…
Toni agachó la cabeza un poco. Desvió la mirada. No esperaba que África le dijera aquello. ¿Iba a irse cuando sólo acababa de conocerla?
-Vaya… Esto no lo esperaba…
-Bueno… Ya son las siete menos cuarto. ¿No ibas a irte?
-Sí…, sí. Eso tengo que hacer. Espero verte mañana.
-Ya te he dicho que mañana…
-¿En el autobús? –interrumpió Toni
-Ah… sí, claro. El autobús. Sí. Ahí te veré.
-O tal vez…, no sé. Tal vez podría recogerte.
-¿En autobús? –rió simpática África
-En coche. –sonrió Toni
-No creo que…
-Por favor. Por favor. Deja que te recoja.
-Como tardes…
-No lo haré. ¿Confías en mí?
África pensó durante un momento. ¿Confiaba en él? Sí. ¿Por qué no iba a hacerlo? ¿Debía hacerlo?
-Sí. Bien.
-A las ocho menos cinco estaré aquí.
-Con que me lleves a tiempo me vale.
-Bien. Oye, una cosa más. ¿Me das tu móvil?
¿Era de verdad? ¿Iba en serio?
-Sí, claro.
África rebuscó rápidamente en sus bolsillos. Sacó el ticket que esta mañana le dio el conductor del autobús y en la parte que no tenía el importe apuntado, escribió su móvil, su correo y su Tuenti.
-Toma. –dijo a Toni alargándole el papelito
El chico sonrió y lo guardó en la cartera, para que no se le perdiera. Estaban muy juntos. Se acercó unos centímetros más a África. Su barbilla estaba a la altura de la boca de ella. Torció un poco la cabeza, empezó a acercarse y entonces, cuando el beso parecía inminente, África se apartó poniendo sus manos en los hombros de él. Clavó sus ojos en los de Toni.
-Perdón… -fue lo único que articuló a decir.
El chico la notó tensa. Quizás no había besado antes a nadie. Aunque a él, eso le parecía imposible… Era demasiado guapa, demasiado genial para que nunca antes hubiera dado un beso. Aunque quién sabe… Toni confiaba en que tuviera mejores razones. De todos modos, decidió no insistir. Creía en el destino. Sí, creía firmemente.
África abrió la puerta, esperando a que Toni se marchara. Unos segundos después, él estaba saliendo. 
-Mañana.
-Adiós. –dijo ella con una suave sonrisa. Y cerró.

domingo, 10 de marzo de 2013

6.


Toni se percata. Sonríe para sí mismo. Quiere conseguir a África, le parece una chica interesantísima y divertida, a pesar de que apenas la conoce. ¿La invita a cenar? Demasiado clásico. ¿Cine? ¡Uf! Peor aún. ¿Tarde en su casa a solas? Demasiado atrevido. Necesita un plan original e ingenioso. No parece una chica demasiado clásica, seguro que le van las aventuras. ¿Le irá también el riesgo, como a él? No puede arriesgarse a proponerle cualquier tontería, podría perderla. ¿Un paseo a caballo? ¿Una barca en El Retiro? ¿Le gustarán las flores? ¿Bombones? ¿Tiene que ser romántico con ella? ¿Un caradura? No, eso nunca funciona.


Toni se pone de pie de un impulso.
-¿Qué haces? –pregunta África que lo ha mirado curiosa durante su momento de reflexión
-¡Tu hermano!
-Lo sé, lo sé. Recojo esto y vamos a por él.
Toni ya sabía qué hacer. Accedería a ella a través de su hermano.


En otro lado de la ciudad…
Dos chicas estaban tiradas en el sofá de un pequeño apartamento. La más alta, morena, cambiaba constantemente de canal.
-¿Cómo te ha ido el primer día?
-¿En el gimnasio?
-Sí.
-Genial. He pensado algo.
-¿Hay plan para esta noche? –rió la rubia, que conocía bastante bien a su compañera de piso aunque sólo llevaban viviendo juntas un mes.
-Sí. Bueno, eso es lo que he pensado, sólo queda ponerlo en marcha…
-¡Pues cuenta!
-Me he reencontrado con un viejo amigo allí. Él iba con otro chico. Me lo ha presentado y ¡joder! Es que es muy guapo. Aunque mi amigo también, eh. He pensado en proponerles salir esta noche a tomar algo. Nosotras y ellos. ¿Qué te parece?
-¿Y tú con cual te quedarás?
-Con el más alto. Tiene unos ojos color miel preciosos, y un cuerpazo.
-¿Ese es tu amigo?
-No, no. Mi amigo para ti. Creo que te gustará…
-¿Tú crees? –dudó
-Estoy segura. Tiene los ojos azules. Es algo más bajito que Toni pero más alto que tú y que yo. Aunque a mí me saca poca altura.
-¿Cómo se llama?
-Marcos.
-Suena prometedor.
-Si consigo que quedemos, te aseguro que lo será.


Marcos estaba tumbado en la cama, intentando relajarse de un día de entrenamiento. Había terminado de recoger la mesa él solo porque su tía se había ido a trabajar. Echaba de menos a su madre. Vivía sólo con ella. Su padre murió cinco años atrás en un accidente de tráfico del que tuvo la culpa, iba borracho.
Antes de ponerse a estudiar un poco cogió su portátil. Tuenti. Un mensaje privado:
“Marquitos, ¿te apetece salir esta noche a tomar algo? Me llevo a una amiga. Llévate tú a Toni, por favor. Un besito, responde.”
Era Teresa. Marcos pensó durante un momento. Era miércoles. Mañana tendrían que levantarse temprano para ir al gimnasio de nuevo. Aunque Teresa también. ¿Aceptaba? Antes tendría que consultarle a Toni la salida. Redactó un mensaje, esta vez para su amigo:
“Tío, Tere la de la cafetería del gym dice que si nos apetece salir esta noche con ella y una amiga suya. ¿Vamos o qué?” Enviar.
Miró el chat. Ni Teresa ni Toni estaban conectados. Aún no se habían agregado entre sí, aunque él sabía que su amiga lo haría tarde o temprano, porque la conocía y por el interés que esta había mostrado en él. ¿Quién sería la amiga de Teresa? Marcos tenía curiosidad, y ganas de salir. Sí, iría.


-¡Hola!
-¿Quién eres tú?
-Me llamo Toni. –respondió el chico al hermano de África. -¿Y tú?
-Javi. –chocó el puño con Toni
-Venga, vamos a casa.
-¿Se queda Toni?
-Pues…
-Que se quede.
Toni miró a África. Esta sonrió asintiendo con la cabeza: Toni pasaría la tarde con ellos.
Durante una hora, Javi y Toni estuvieron hablando sobre coches, deporte y música. Para lo jovencito que era el hermano de África, conocía bien el panorama musical. A Toni le agradaba aquel chico, aunque con quien él quería pasar realmente tiempo era con la hermana de este.
África mientras tanto, chateaba con Lidia y algunos amigos más desde su Tuenti. Inicio. Sin novedades. Miró algunos perfiles al azar. Nada interesante. Nada nuevo.
Toc, toc.
-¿Se puede? –preguntó Toni asomándose al cuarto de África, adornado de una manera muy… británica.
-Claro, ven.
África dio dos palmaditas a la cama, indicando al chico que se sentara a su lado. Él hizo caso. Ahora estaban muy cerca. Tanto, que África apartó la mirada, se sentía algo incómoda; Toni había empezado a mirarla directamente a los ojos, la intimidaba. Además, si seguía sosteniéndola le darían unas ganas enormes de besarlo, casi las mismas ganas que tenía él de hacerlo.


-Nada. No hay respuesta. ¿Por qué no hay respuesta?
-Tranquila, Tere. No son ni las cuatro y media de la tarde.
-Joder, Mar. Quiero salir…
-Si ellos no pudieran, saldríamos nosotras.
-No, el plan es salir todos. Los cuatro. Tú con Marcos y yo con Toni.
-¿Y si Marcos no me gusta?
-Te gustará.
-¿Cómo lo sabes?
-¡Lo sé!
-Mira en Tuenti. Puede que estén conectados.
Teresa miró a su amiga María. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? El chat. Lo tenía desconectado, como casi siempre. “Conectar”.
Ciento tres contactos online.
-¿Están? –preguntó María nerviosa
-No…
-¿Ninguno de los dos?
En ese momento Teresa se dio cuenta de que no tenía el Tuenti de su “nuevo amigo”: Toni.
-A Toni aún no le tengo…
-Pero si está en amigos de Marcos…
-Cierto. Le busco y lo agrego.
-Voy a estudiar algo, luego me lo enseñas, que yo lo quiero ver.
-Dalo por hecho.


África sentía el roce del fuerte brazo de Toni con el suyo. Un roce constante y suave. Cálido. Piel con piel. Él querría acercarse mucho más, pero aún era pronto. No entendía que le pasaba. Había estado muy cerca de otras tantas de chicas tan guapas como África, pero con ella era distinto. Necesitaba más, sin apenas conocerla.
-Mira, esta es Alejandra. –dijo África señalando una foto de su amiga
Toni se limitó a sonreír. Aquella Alejandra también tenía unos ojos azules preciosos, pero no le transmitía lo mismo que África. ¿Que tenía aquella chica? No lo sabía, pero le volvía loco.
-¿Qué te parece?
-Pues que es más guapa que tú. Mucho más. ¿Me la presentarás, no?
África lo miró fijamente. Él sonreía pícaro. Ella decidió mantener la postura, aunque hubiera deseado gritarle: “¡no, en ella no, fíjate en mi!
-Claro. Te la presentaré cuando quieras.
Toni no se esperaba esa contestación tan serena. O tal vez sí. Le sorprendió. Y fue ahí donde vio su oportunidad para acercarse más a África.
-Esta noche.
-Imposible. Mañana hay clase.
-¿Mañana por la noche?
-El viernes hay que madrugar para ir a por las notas. Tampoco. Otro día.
-Empiezo a pensar que no quieres que quede con tu amiga… Además, si tú no tienes que venir. ¡No tenía pensado pagar una cena a tres!
África contemplaba sorprendida como Toni se mantenía firme ante aquel juego del que su gran amiga era protagonista. Era un tipo duro de roer, aunque ella calaría hasta lo más profundo de su corazón.

-Ah, entonces te doy su Tuenti y habláis.
-Mejor dame su WhatsApp y así de paso, tengo su número.
-¡No!
-¿Por qué no?
Toni empezaba a interesarse cada vez más por la conversación.
-Porque… eso es personal. Algo suyo. Íntimo.          
-Ni que te estuviera pidiendo el color de su ropa interior… -rió Toni
-Pues te lo diría antes que chivarte su número.
-O sea, que la has visto…
-¿La ropa interior?
-Sí.
-Somos amigas. Claro.
-Ya, amigas…
A decir verdad, a África se le había pasado durante un momento por la cabeza la idea de que Toni soltara alguna de esas borderías masculinas con respecto a la ropa interior femenina. Algo como: “yo debería haber estado ahí” o “para la próxima me avisáis”, pero no. Él no era así. Era mucho mejor que eso. Los dos sostuvieron la mirada unos segundos. Comenzaron a reír.
-Eres una cabezota. –dijo Toni rompiendo el silencio
-Gracias. –sonrió ella satisfecha
-¡Me voy a casa de Carlos! –gritó Javi
-¡Adiós! –se despidió de él Toni con una sonrisa
Casa sola para los dos.
-¿Quieres mirar tu Tuenti? –preguntó África cediendo su ordenador portátil a Toni
-Gracias.
Inicio. Un mensaje privado:
“Tío, Tere la de la cafetería del gym dice que si nos apetece salir esta noche con ella y una amiga suya. ¿Vamos o qué?”
Toni miró a África, que no había visto el mensaje, estaba arreglando su ondulado pelo con las manos frente al espejo del cuarto. Pensó durante un momento. ¿Quería él quedar con Tere? Bueno, por qué no. De todos modos África decía que no podía salir aquella noche ya que a la mañana siguiente tenía que ir al instituto. Obligada, por supuesto. Lo pensó unos instantes más y se decidió por aceptar, total, sus sentimientos hacia África no cambiarían. ¿O sí? 
Redactó una respuesta:
“Venga, quedamos. Tú me avisas de la hora. Llámame mejor.” Enviar.
-¿Y esa cara de indecisión? –preguntó África que durante los últimos dos minutos lo había observado fijamente.
-Es que un amigo me ha dicho de salir esta noche con él y unas amigas y… no sabía que decir.
-¿Y qué has dicho?
-Que sí… -contestó Toni dudoso
El corazón de África se heló durante un momento. ¿Iba a quedar con chicas? Sí. Normal. Estaba en su derecho. Él no tenía novia, y con veinte años podía salir si le daba la gana. Pero, ¿por qué ese sentimiento frío por dentro? Entre ella y Toni no había nada. Ni siquiera estaba segura de que fueran amigos. Sin embargo, no podía evitar sentirse mal. Quizás el adjetivo fuera desplazada. Él era tan guapo, tan bueno… Puede que no debiera confiarse tanto, pero aquel chico transmitía buenas vibraciones. “Puto destino” pensó. No le gustaba, pero esta vez le tocaría a ella resignarse.
-Que bien…
-Si te quieres venir…
África lo miró. ¿Se había dado Toni cuenta de que aquella respuesta le había afectado a ella? ¿Estaba intentando arreglarlo? Cuando todo parecía ir bien, se tuerce. “Siempre pasa” pensaba ella. Decidió no ceder. No sería ella quien diera su brazo a torcer.
-Que va, no puedo. No me dejan.
-Ya…, como quieras.
Toni sonrió sin dejar de sentirse incómodo ante aquella tensa situación. Había percibido la fría reacción de África y le había fastidiado verla así. ¿Por qué? ¿Qué era exactamente lo que aquella chica despertaba en él? 

5.


Teresa le guiñó un ojo. Toni salió confundido. Había pensado que Teresa era una de esas chicas que intenta llamar continuamente la atención, atraer a los chicos hacia ella. Sacó su móvil y se centró en pensar en otras cosas, al fin y al cabo, no conocía a esa Teresa. Ningún mensaje, ninguna llamada. Miró un momento hacia atrás. Un cartel enorme, rojo, en el que ponía GymAfric lo despedía de aquella mañana de entrenamiento. África. Otra vez. Tuvo una idea.



Por fin sonó la alarma. Tres menos cuarto de la tarde. Los pocos alumnos que habían asistido a clase salían en orden, despreocupados. Había caras contentas, seguro que sabían que aprobarían todas las asignaturas. Había caras confusas, dudaban de cuantas suspenderían. Había algunas tristes. Pocas. Lo más probable es que las que faltaban no hubieran ido a clase. Normal, por otro lado.
-Mi padre me espera. Me lleva en el coche como de costumbre. ¿Vienes?
-Cogeré el autobús. No te preocupes. –sonrió África ante la propuesta de Lidia
-Eh, un momento… -parecía que sabía exactamente lo que África pensaba. –Tú lo que quieres es reencontrarte con Toni. ¿Me equivoco? –sonrisa pícara
-Claro que sí. Claro que te equivocas. Por supuesto. Anda, adiós.
África se alejó de su amiga, sacándole la lengua, aunque en realidad, ella llevaba razón: quería volver a ver a Toni. ¿Lo conseguiría? Si nunca se habían encontrado a la vuelta. “Imposible” pensó. “Pero, si el destino existe, que lo demuestre” se dijo a sí misma.
Caminó hasta la parada en la que él solía subirse, la  de enfrente de su casa, en la que hacía exactamente veinticuatro horas, el conductor le había dicho que no la llevaba. Miró la acera de enfrente. Nadie. Miró a su alrededor. Él no estaba. Ni su madre. Nadie conocido. Quizás debería tocar el portero de su casa y presentarse allí con la excusa de que quería agradecer a Marta, la madre de Toni, la comida. ¡No, no, no! Eso no. Qué locura. El autobús llegó.
Subió pensativa. Pagó. Le devolvieron el cambio. Ahora había más gente que de costumbre. Ningún asiento vacío. Iba cargada con los libros que había tenido que recoger. “Que coñazo” pensaba. Además, no había tenido la suerte de encontrarse con su querido Toni.


Marcos esperaba atentamente el autobús, en la misma parada donde se había bajado para asistir al gimnasio. Dos mujeres esperaban allí mismo, charlando de las buenas notas que sacarían sus hijos, con cierta falsedad, tratando de quedar la una por encima de la otra.
El autobús llegó. Un vistazo rápido. Otro. ¡Ahí! ¡Ahí estaba ella! África. Marcos se acercó lentamente hasta situarse enfrente de ella. Le sacaba unos centímetros, pero eso la hacía aún más sexy. Los ojos azules de ambos se encontraron.
-¡Vaya! –exclamó África girándose para buscar a Toni
-Hola, África. No, Toni no está. –rió Marcos
-No le buscaba. –mintió ella
-Ah, bien. –se limitó a decir el chico, que sabía perfectamente que no era así. – ¿Qué tal?
-Bien, ¿y tú?
-Cansado, el entrenamiento ha sido duro. Pero merece la pena.
-Tienes el mismo horario que yo en clase. ¿No te cansas?
-No. Aunque hoy he salido algo más tarde. Me quedé hablando con una nueva amiga que ha empezado a trabajar en el bar.
-Que bien.
El tiempo pasó rápido charlando. África se moría de ganas por preguntar a Marcos cosas acerca de su amigo, pero decidió callarse para no parecer una pesada.
Su parada.
-Me bajo aquí, ¿y tú?
-Dos más adelante. ¿Vives aquí? –preguntó África extrañada. El chico se había subido en la misma parada que Toni, y eso quedaba relativamente lejos de allí.
-No. Pero hoy como en casa de mi tía. –dijo bajando
-¡Nos vemos!
-Adiós –sonrió
Cinco minutos más tarde. Otra parada. Tres minutos después. Ahí bajaba ella. Miró rápidamente a la derecha, luego a la izquierda. La mochila parecía pesar cada vez más. Bajó del autobús.
Caminaba desde la parada hacia su casa cuando alguien levantó la mochila, que colgaba de sus hombros. Antes de que el individuo pudiera arrebatársela, ella le dio un codazo. Acto seguido, lo miró.
-¡Joder!
Toni estaba agachado detrás de ella. Muy guapo.
-¿Por qué me pegas? –dijo el chico apretando sus brazos contra su barriga. – ¡Vaya codazo!
-Lo siento, perdón. Perdón. –se disculpó África soltando la mochila y ofreciéndole la mano para ponerse en pie.
Toni la aceptó. Una mano fina, femenina. De uñas largas, pero no demasiado. Miró sus ojos. Tan azules, tan intensos y profundos como siempre.
-Bueno, hola. –se decidió a decir él
África rió.
-¿Qué haces aquí?
-Cosas del destino, supongo…
-¡Toni! –rió de nuevo
-Como el encuentro de ayer fue algo brusco y el de esta mañana demasiado corto, he venido para asegurarme de que te caigo bien y no piensas que soy un imbécil.
La cara de África se iluminó con los rayos de sol que la rozaban suavemente de frente. Que ojos tan bonitos. Que pelo tan castaño. Y tenía una buena sonrisa. Cálida y sincera.
-No, no pienso que seas ningún imbécil. Tranquilo.
Otras dos sonrisas. Toni recoge del suelo la mochila de África. “Vaya, es realmente guapa…” piensa.
-Dame. –le dice ella alargando el brazo para que Toni le devuelva la mochila.
-No, yo la llevaré. –sonríe
-No hace falta, de verdad que…
-¡No insistas, pesada!
-Borde.
-Fea.
-Gracias.
-De nada, cuando quieras...
-¿Cuándo quieras te lo repito? Muy visto.
Toni ríe. Es una chica lista.
-¿Cuántos años tienes?
-¿Cuántos me echas?
-Si estás aún en el instituto… dieciséis.
-Más.
-Diecisiete.
-¡Bien! ¡Premio para ti! –ríe África.
-¿Y cuál es el premio?
-Llevar mi mochila hasta mi casa.
-Eso ya iba a hacerlo…
-Ah, se siente.
Toni la mira fijamente. ¿Cómo es tan guapa? Toda su cara es un perfecto reflejo de frescura, despreocupación y felicidad. La juventud hecha persona.
-¿Qué miras?
-A ti.
-¿Por qué?
-Hay algo que no entiendo.
-¿Qué cosa?
-¿Por qué he hecho esto por ti? Lo de esperarte en la parada donde te bajabas, me refiero.
-¿No debería ser yo la que te preguntara eso?
-No.
-Ah, ya, claro. ¿Entonces qué quieres que te diga?
-Los motivos. La respuesta. –sonrió Toni
-Pues…, me amas. –rió tímidamente África
-¡Tú estás loca! Si no te conozco…
-Destino.
-¡Já! O sea, ¿que ahora si crees en el destino?
África sólo rió. Comenzó a caminar en dirección a su casa.
-¿Sabes? Hoy mi madre no está.
-¿Es una indirecta?
-Capullo. Tengo que pasar a recoger a mi hermano del colegio.
-¿No vuelve solo?
-Come allí, alguien tiene que recogerle, no le dejan salir solo.
-¿Y tú cuando comes?
-En cuanto llegue a casa. Me preparo yo la comida.
-Ah…
La respuesta de Toni fue escueta para lo desenvuelto que es él. Al escuchar que se quedaba sola sintió algo por dentro. Algo desconocido, un grito que luchaba por quedarse a su lado durante esa comida y quién sabe durante cuánto tiempo más.
-¿En qué piensas? –dijo África abriendo la cancela de la urbanización
-Nada…
-¿Has comido?
La conversación se encaminaba hacia donde Toni quería. Sonrió. No le había supuesto ningún esfuerzo.
-Sí, aunque me gustaría hacerte compañía mientras comes.
Se puso algo rojo. África sonrió tímidamente. Lo miró con detenimiento mientras pasaba delante  de ella camino de la casa. Estaba bueno. Era guapo. Parecía simpático. ¡Le estaba llevando su mochila! “Que majo…” pensaba ella.
La miró. África parecía estupenda. No era una tía fácil, pero a Toni le iban los retos, y esperaba que aquella chica fuera uno. Vio como ella lo miraba. ¿Qué pensaría de él?
–Es aquella casa. –señaló África
-Vives en un sitio pijo… -rió Toni
-Que va, si esto es muy humilde. Ahora verás la casa.
Toni miró atentamente como África abría la cerradura.
-Bienvenido.
-Gracias. –dijo él, soltando la mochila en la entrada. –Vaya… que buena decoración. –Sonrisa.
-Bueno, a mi madre le va este estilo… Ven a la concina, vamos.
Toni la siguió. Ella sacó unas patatas fritas congeladas y unos filetes empanados congelados también. Los metió en la freidora, que estaba ahí preparada y esperó a que estuvieran listo. Luego hizo lo mismo con las patatas. Diez minutos después, estaban sentados en la mesa del comedor.
-Puedes comer si quieres… -sonrisa.
-No, gracias. Me basta con mirarte.
Más sonrisas.
-¿Cuántos años tienes tú? –preguntó África pinchando otro trozo de carne
-¿Cuántos me echas?
-Doce…
-¡Tonta!
Los dos rieron y África le sacó la lengua.
-Pues no sé… veinte.
-¿Quién te lo ha dicho?
-Yo lo sé todo…
-Ya, claro, entonces… sabrás como se llama mi novia, ¿no?
¿Novia? ¿Qué novia? ¿Toni estaba saliendo con alguien? Y si era así… ¿por qué le afectaba a ella? Que estúpida, se lo debía haber imaginado, no es fácil encontrar un tío así de genial soltero. Pero a ella le daba igual. O eso quería creer.
-¿Tu novia? Sí…
-A ver…
-Marta.
-Esa es mi madre. –ríe Toni
-Andrea. Ángela. María. Susana.
-Oh, qué pena. No has acertado.
-Ya… -África parece molesta
Toni se percata. Sonríe para sí mismo. Quiere conseguir a África, le parece una chica interesantísima y divertida, a pesar de que apenas la conoce. ¿La invita a cenar? Demasiado clásico. ¿Cine? ¡Uf! Peor aún. ¿Tarde en su casa a solas? Demasiado atrevido. Necesita un plan original e ingenioso. No parece una chica demasiado clásica, seguro que le van las aventuras. ¿Le irá también el riesgo, como a él? No puede arriesgarse a proponerle cualquier tontería, podría perderla. ¿Un paseo a caballo? ¿Una barca en El Retiro? ¿Le gustarán las flores? ¿Bombones? ¿Tiene que ser romántico con ella? ¿Un caradura? No, eso nunca funciona. ¿Entonces?

4.


Pasaron la primera, la segunda y la tercera hora entre charlas aburridas y comentarios sobre África y los chicos aquellos. Timbre. Recreo.

Sesenta, sesenta y una, sesenta y…
-¡Para, para, para! –suplicó Toni.
-Uh, que poco aguantas… -rió Marcos al verlo tan agobiado
Le alargó la mano y Toni se levantó del suelo. Estaban sudando. Toni más que Marcos. Para él, el esfuerzo era mayor. No estaba en el gimnasio, todo el ejercicio que hacía era en casa o saliendo a correr. Con eso se mantenía. Por las tardes, estudiaba. Marcos por el contrario, llevaba ya seis meses apuntado a ese mismo gimnasio, y se notaba.
-Un descansito… -cedió Marcos
Caminaron hasta la cafetería. Toni compró de la máquina expendedora una botella de agua.
-Es un robo. ¡1,80 euros!
-Lo que es un robo son las cuotas del gimnasio. Como sigan así me quitaré. –dijo Marcos poniendo cara de tristeza.
Toni sonrió. Se quedó pensativo mirando a una chica que pasaba por detrás de Marcos. Era morena. Un buen cuerpo. Sonrisa pura. Se acercó ella a la mesa donde estaban los dos amigos.
-¿Necesitáis algo más? –preguntó la jovencita sin dejar de sonreír
Los ojos de Marcos se abrieron como platos al verla.
-¡Teresa! –se puso en pie
-¡¿Marcos?!
Toni miraba atónito la escena. La chica y su amigo se abrazaron calurosamente.
-¿Qué haces aquí? –le preguntó Marcos intrigado
-Entré ayer a trabajar aquí, para pagarme los estudios.
-Madre mía, estás tan deslumbrante como siempre…
-Tú tan atento como de costumbre…
Volvieron a reír los dos. Fue entonces cuando Teresa se percató de la presencia de Toni.
-¿No nos presentas? –preguntó la chica entusiasmada
-Toni, esta es Tere, una antigua vecina y amiga. –presentó Marcos
-Encantado.
Dos besos. El segundo fue en la comisura de los labios. Parecía que a la chica le había gustado Toni. Momento incómodo para él, que miró el reloj: las doce y cuarto. En tres cuartos de hora se marcharía.
Durante todo el mes de junio había estado asistiendo de nueve y media a  dos, aunque la última semana estaba yendo de ocho y media a una, ya que su querido amigo había conseguido cambiar su horario para que pudieran ir juntos, quizás por eso nunca antes había coincidido con África en el autobús. Que él supiera, claro.
-Me voy, chicos.
-¿Tan pronto, Toni? –preguntó Teresa intrigada
-Sí, quiero hacer un poco de spinning y luego darme una ducha antes de marcharme.
-Como quieras… -se conformó la chica
-Un placer, adiós. –dos besos a Teresa. –Adiós, tío. –puñetazo cariñoso en el hombro de su amigo, que arqueó las cejas a modo de despedida. Se llamarían más tarde.
Teresa vio como su “nuevo amigo”, si podía llamarlo así, se alejaba. Un cuerpo excelente. Alto, pelo castaño. Se había prendado también de sus ojos. ¡De su sonrisa! Qué perfecta era. ¿Tendría novia?
Aprovechó para hacerle algunas preguntas a Marcos sobre su amigo cuando ya estaban solos.


Doce y media. “Que pesadilla” pensaba África, que estaba echada sobre el hombro de Lidia, mirando al techo. Era casi tan blanco como el de su habitación, aunque no le transmitía la misma tranquilidad.
-Todavía nos quedan aquí dos horas. –apuntó Alejandra, que jugaba con un bolígrafo entre las manos.
Al principio de la clase había dos chicas que charlaban tranquilamente. Parecían contentas. Más cerca de África y sus amigas, estaban Raúl y Bruno. El segundo escondía el móvil bajo sus piernas para que la profesora, que estaba sumergida en el mundo online, no le pillara chateando. El primero en cambio, dormía apoyado en sus brazos.
El panorama era aburrido. Las evaluaciones eran esa misma tarde, no debería de haber clase ya.
África pensaba en Toni y lo mucho que le apetecía verle de nuevo.

Las una menos diez. Toni se duchaba tranquilo en el vestuario masculino. Sólo dos chicos más estaban allí también. Uno de ellos no tendría más de dieciséis años, el otro rondaría los veintidós o veintitrés.
-¿Has visto a la nueve camarera del bar? –preguntó el más joven
Toni lo escuchó desde la cabina de la ducha. Prestó atención mientras se enjabonaba el cuerpo.
-Ah, sí, la he visto.
-¡Que buena está, joder!
-Sí, no está mal.
-¿Qué no está mal? ¡Está más que bien!
Toni soltó una carcajada inapreciable para los dos chicos. Que hormonas más revueltas las de los adolescentes. Aunque a decir verdad, el sólo tenía veinte años.
-¿Cómo que no está mal? ¡Está más que bien, te digo! –insistió el chico al ver que su compañero de vestuario no le prestaba atención
Toni recordó entonces su pensamiento con respecto a África durante la cena. Sus padres estaban de acuerdo en que era muy mona, el también, aunque no lo había demostrado.
Alcanzó la toalla y se la ató en la cintura. Salió de la cabina. El chico más mayor se despidió con una sonrisa leve y salió. El adolescente lo miraba.
-Tío… ¿tienes desodorante? –le preguntó
-Sí, toma. –respondió Toni acercándoselo.
-Gracias, tío. Me llamo David.
-Yo Toni.
El chico era un poco pesado, a su parecer. Apartó la toalla de sus piernas. Estaba desnudo. No prestaba atención a la presencia de David, que lo miró de arriba abajo, deteniéndose en su miembro. El chico se separó la goma de su pantalón deportivo y la de los bóxers a la vez. Miró su interior y tras eso, dirigió la mirada hasta la entrepierna de Toni de nuevo, que ya se había puesto unos calzoncillos.
Toni se percató de la mirada indiscreta del joven y antes de que este dijera nada, cogió su macuto y salió con un “adiós”.
“Seguro que el chaval hace alguna guarrería aprovechando que está solo” pensó Toni.
Para salir había que pasar por la cafetería-bar. Estaba a punto de entrar cuando cayó en la cuenta de que no se había puesto la camiseta con la prisa por salir de allí y evitar las preguntas o comentarios del chico aquel. Se disponía a ponérsela cuando unas uñas rozaron suavemente su cuello, bajando por su espalda y deteniéndose en el filo de su pantalón. Toni giró la cabeza. Teresa.


Una y diez. Una y once. Una y doce. Y trece. Ahora las chicas del principio de la clase estaban junto a ellas, contando anécdotas que las hicieran parecer mejores a la vista de sus compañeras. África pensaba que era patético forzar así la realidad. “Que falsas son” pensaba a la vez Alejandra, que sonreía disimulando su incredulidad en algunas de estas historietas. Miraban el reloj cada dos por tres.

-Hola… -saludó Toni con desgana
-¡Hola! –rió Teresa. – ¿Una Coca Cola?
-No, tengo prisa… aún tengo que llegar a la parada del autobús y todo eso.
-Ah…
Teresa agachó la cabeza, pero no duró mucho, apenas unos segundos.
-¿Y mañana vienes?
Toni escuchó esas palabras inquieto. ¿Por qué esas ganas de la chica que acababa de conocer por verle? En ese momento le hubiera soltado una bordería, no se encontraba muy bien, pero pensó en que la chica no le había hecho nada. Pobrecita.
-Sí, mañana estaré aquí de nuevo. –sonrió
A Teresa le sentó bien volver a ver esa preciosa sonrisa. Por un momento había tenido la sensación de estar agobiando al chico. Y aunque ahora estaba convencida de que no, así era.
-Adiós. –se despidió Toni sonriente, que había estado observando la mirada profunda de Teresa. Sus ojos llamaban la atención. Eran marrones oscuros, pero transmitían mucho.
Los de Toni se desviaron inconscientemente hasta el pecho de la chica. “Puto subconsciente” pensó él. Cuando retiraba la mirada vio en el polo de la chica el nombre del gimnasio de nuevo. África. “¿Qué haces, Toni? Quítatela de la cabeza”. África. “¿Otra vez? Gilipollas.”
-¿Piensas algo? –preguntó Teresa divertida, que se había dado cuenta de que Toni miraba sus firmes atributos femeninos.
-No, no. –rió Toni intentando que no se notara el nerviosismo por aquel incómodo momento.
-Bueno, pues si te vas…
-¡Hola! –interrumpió el adolescente de los vestuarios, entrando a la cafetería-bar, mirando el cuerpo de la camarera de arriba abajo.
Teresa se dirigió detrás de la barra y atendió al chico, que nervioso e inexperto intentaba seducir inútilmente a la chica.
-¡Hasta mañana! –gritó Toni saliendo de la cafetería
Teresa le guiñó un ojo. Toni salió confundido. Había pensado que Teresa era una de esas chicas que intenta llamar continuamente la atención, atraer a los chicos hacia ella. Sacó su móvil y se centró en pensar en otras cosas, al fin y al cabo, no conocía a esa Teresa. Ningún mensaje, ninguna llamada. Miró un momento hacia atrás. Un cartel enorme, rojo, en el que ponía GymAfric lo despedía de aquella mañana de entrenamiento. África. Otra vez. Tuvo una idea. 

3.


Le dijo la dirección y rápidamente él siguió sus órdenes. Se despidieron con un simple “adiós”, aunque Toni le dedicó la más cálida de sus sonrisas. África seguía mostrándose fría pero su interior moría de ganas por devolver la sonrisa a aquel atractivo chico. Al llegar, su madre estaba en el trabajo. Se asomó por la ventana. Toni ya no estaba. Normal. ¿Por qué iba a quedarse?  Y además, ¿qué le importaba a ella si se quedaba? ¿O sí le importaba? No, no podía ser de ninguna manera puesto que había conocido al chico ese mismo día.


Estaba cansada. Caminó hacia su cuarto con cansancio. Mientras andaba por el pasillo recordó los nueve pisos que había que subir en ascensor de la casa de Toni. –Menos mal que vivo en una casa de planta baja –pensó. –Y con jardín.
Sus pies se pararon ante una puerta de madera con un cartel en el que ponía: “Atrévete a soñar”. Sí, ese era su cuarto. Sus finas manos se posaron sobre el pomo, que giró delicadamente y le dio paso a su mundo: su habitación.
África se descalzó dejando los zapatos por alguna parte cualquiera y se dejó caer en la cama. Que cansada estaba. Le dolían las piernas. Con la cabeza en la almohada y los brazos bajo esta, miraba el techo. Blanco. Cerraba los ojos, los abría. Pestañeaba vagamente.

-¡África a cenar!
Silencio.
-¡África! –esta vez la voz se oyó más cerca
Silencio.
Una mano se posó sobre el hombro de la chica, que parpadeó un par de veces antes de ver a su madre ante ella, zarandeándola para que se pusiera en pie. ¿Cuánto tiempo había dormido? Se incorporó.  Miró ese reloj tan chulo de Chanel que le había regalado su tío en Navidad. Las nueve y diez. Tampoco era tan tarde. O sí. Estaba desorientada.
Anduvo descalza hasta el salón. Su hermano pequeño, su madre y el novio de esta la esperaban sentados.
-¡Has dormido mucho! –dijo su hermano
-Ya. Estaba cansada. –contestó ella
-¿Cómo volviste al final? –preguntó su madre
-En coche. Toni me trajo.
-¿Quién es ese Toni? No me gusta que te montes en el coche con desconocidos.
-Es un… -iba a llamarlo “amigo” pero rectificó –chico.
-Desde luego… -suspiró su madre. – ¿Conduce bien?
A decir verdad no se había fijado en su forma de conducir, aunque había llegado viva, y esa le parecía suficiente razón para dar a Toni el visto bueno como conductor.
-Bastante bien. –respondió entonces
-¿Cuántos años tiene?
Pensó unos instantes. No lo sabía. Miró a su hermano. Él ponía cara de interesado. Miró a José, el novio de su madre. Masticaba. Ella tenía los ojos puestos en los de África.
-No lo sé –dijo finalmente
-No sabes nada de él –dijo José
Pues no. No sabía nada de él. Sólo que conducía y que era guapo. Ah, y el nombre. Aunque pensando… él tampoco sabía nada de ella. ¿Se acordaría de su cara? ¿Estaría pensando en ella?

En otra parte de la ciudad…
¿Dónde estarían ahora esos ojos azules? ¿Y ese pelo ondulado? ¿Dónde andarían esas largas piernas tan deseables? ¿Dónde estaría ella?
Toni rió tumbado en la cama recordando la reacción de la chica al girar él a la derecha cuando debería haber seguido todo recto.
-¡Antonio! –se escuchó desde el salón
Manuel, el padre de Toni, estaba enfadado. Se notaba por la forma de llamarlo.
-¡Dime! –contestó el chico
-Ven.
Fue.
-¿Qué pasa? –preguntó apoyado en la puerta
-¿Y las llaves del coche? No están en su sitio.
-Ah, pues en mi panta… ¡Joder!
-¿Qué pasa?
-Las metí en el pantalón. Cuando me duché al llegar lo metí en la lavadora…
La cara de Manuel cambió a blanco de un modo repentino.
-¿¡En la lavadora!? ¿¡Pero dónde cojones tienes tú la cabeza, eh!?
Toni rió a carcajadas. Sacó las llaves del bolsillo y se las acercó a su padre, quien suspiró aliviado y le dio un golpe cariñoso en la cabeza.
-¡No me des estos sustos, hombre!
Toni rió de nuevo.
-Así sólo conseguirás que no te deje las llaves, por gracioso. –le advirtió su padre
-Relájate, hombre.
Las diez menos diez.
-¡Toni, Manuel! A cenar. –gritó Marta ajena a la divertida discusión de las llaves entre su marido y su hijo
Los dos entraron al salón entre bromas. Sin duda, eran amigos además de padre e hijo.
La televisión encendida, al igual que la luz que alumbraba toda la mesa.
-¿Llegó bien la chica a su casa? –preguntó al chico su madre
-¡Pero Marta! ¿Cómo no va a llegar bien? Si nuestro hijo es muy cuidadoso al volante… -respondió Manuel irónico.
Toni rió.
-Sí soy cuidadoso, por supuesto que sí.
-No con las llaves…
-Sois un caso aparte… -comentó Marta. – ¿Volverás a verla?
-No creo… -respondió Toni a su madre pensativo
-Es mona –comentó el padre
Su madre le dio la razón. Él pensaba lo mismo, aunque no lo dijo. Se limito a soltar un “no está mal…”, aunque quería decir “está muy bien”.
-¿Mañana tienes que ir de nuevo al gimnasio aquel? –preguntó Marta
-Sí, que remedio…
-Si no quieres ir no vayas –concluyó Manuel
-Ya que me lo regalaron lo aprovecho.
-Pues fue un regalo original…
-Y tanto, cuando vi eso de: “un mes gratis en el GymAfric” me sorprendí. Nunca me habían regalado nada igual. –rió Toni
Al pronunciar el nombre del gimnasio se acordó de África.
-El horario es lo que falla, ¿no crees?
-¿Qué? –preguntó absorto en sus pensamientos. –Ah, sí. Demasiado temprano. –reaccionó pronto.
-La putada es que no puedes llevarte el coche, tienes que estar dependiendo del autobús… -dijo Manuel
-La putada es que me tengo que levantar a las ocho menos veinticinco si quiero llegar a tiempo. –rió Toni
-Al menos vas con Marcos, ¿no?
-Sí. Algo es algo.

En ese mismo instante, algo más lejos…
-…y así es como conseguí el cromo que me faltaba de la selección. –concluía el hermano pequeño de África tras haber contado una pequeña historia.
Irónicos aplausos de su hermana mayor. Y un borde “¿has terminado?”. Aquella noche estaba realmente antipática. ¿Por qué? Ella nunca era así. Pensó que lo mejor era irse a dormir y sin siquiera abrir su ordenador, dio las buenas noches y se acostó.
Un escalofrío recorre su espalda. Sus ojos se abrieron instantes más tarde. Mira el despertador: las siete y diez. Queda un cuarto de hora para levantarse. Se queda tumbada mirando el techo una vez más. Le relaja. Ha dormido con la ventana abierta. Es junio. Casi julio. Hace calor. Las esperadas vacaciones están a la vuelta de la esquina. Piensa. Quiere dormir. No puede. La espera otro aburrido día de clase.
Saca las piernas de la cama. Suelo frío. Era agradable esa sensación. Se puso en pie y caminó hasta la cocina.
-Esta vez no he tenido ni que despertarte, ¿eh? –rió divertida su madre.
-Me acosté temprano. –respondió África dándole un beso.
Desayunó tranquilamente. Miró su reflejo en el espejo del salón unos segundos. –Parezco un muerto viviente. –pensó. Recogió el desayuno y se vistió rápidamente: camiseta azul de tirantes básica y unos vaqueros cortos. Se calzó sus Converse favoritas y enseguida se peinó: coleta alta. Puso un poco de color en sus mejillas y pintura en sus pestañas. Ya no parecía tan zombie.
La mochila iba vacía. Pensaba recoger ese día todos los libros que tenía en la rejilla de la mesa, en clase.  En ese instante se acordó del bonobús. No lo había recargado. Maldijo distintas cosas al azar y cogió un billete de cinco euros de su monedero. Recordó en aquel instante a Toni y a su madre. El aspecto serio de su padre.
-¡Mamá, me voy! –le gritó desde la entrada
-¡Hasta luego, llévate dinero y las llaves!
Salió sin hacer mucho ruido. Caminó hasta la parada del autobús, que estaba llegando.
-Quizás soy yo la menos puntual siempre. –pensó
En efecto, así era.
Alargó la mano por el agujero de la ventanilla del conductor ofreciéndole los cinco euros. Este le dio el cambio y el ticket. Un tipo antipático. Arrancó el vehículo. África caminó lentamente en busca de un asiento. Los del final estaban vacíos pero al principio había dos o tres libres. Nadie de pie. Ah, sí, un chico de unos trece años. Sólo él.
Ocho menos veinte. Primera parada. Un hombre con ojeras entra sin mucho ánimo. Ocho menos cuarto. Segunda parada.

A esa misma hora en una casa cerca de la parada de autobús que quedaba cuarta en el recorrido de África.
-Me voy, mamá.
-¿Ya está Marcos abajo?
-Ahí está.
-Que os ejercitéis mucho –dijo Marta dando a su hijo un beso en la cara, de puntillas.
Toni salió de su casa con el macuto del gimnasio. GymAfric.
-África…
-Asia. Europa. América. Oceanía… -comentaba entre risas una voz masculina detrás de él.
-¡Cabronazo! –saludó Toni a Marcos
-Sí, buenos días para ti también. –rió este
-Venga, tiene que estar al llegar el autobús.
-¿Quién es África?
-Marcos, colega… Eres una maruja… –rió Toni

Ocho menos cinco. Se abren las puertas del autobús. Dos chicos entran. África está ahí, pero no los ve puesto que está de espaldas mirando por una de las ventanas. Sigue sentada.
Marcos pica su bonobús. Toni hace lo mismo y, al levantar la mirada, la ve. Su rostro no puede esconder la sorpresa de volver a encontrarla. Ahí. Reluciente en la mañana.
-¡Dios! Esa es África… -susurra a su amigo
Marcos busca entonces con la mirada a la chica. Ahí está. No le ve la cara. No puede.
-¿No la saludas?
-Atento.
Toni adelanta a su amigo y se sitúa unos centímetros detrás de ella. Flexiona las rodillas y apoya sus manos en ellas, quedando su cabeza a la misma altura que la de África. Sopla cerca de su oreja.
Un cosquilleo recorre el cuerpo de la chica. Rápidamente, gira su cabeza hacia la derecha.
-¡Joder!
-Vaya… ¿Tan feo me he levantado?
África quiere sonreír como nunca lo ha hecho, pero se hace la dura. Toni está allí otra vez. Qué guapo viene.
-¿Otra vez aquí…?
-¿Cuándo me has visto aquí? –ríe él.
-¡Ayer!
-¿Qué dices?
-Sí, estaba aquí. –comenta alegre Marcos que se ha acercado también.
África levanta un poco la mirada. No le ve. Es más bajo que Toni. Gira un poco la cabeza hacia la izquierda y aparece junto a ella. Sonríen los dos. Toni la mira fijamente, despreocupado.
-¿Ves? –dice ella guiñando un ojo a Toni
-Soy Marcos, encantado.
Se dan dos besos.
-África. –sonríe
¡Qué ojos azules tiene! Intensos. Seductores. Pero, ¿y los de Toni? Cálidos. Apasionados. Vaya dos amigos tan guapos.
África baja la mirada hasta sus brazos. Los de Toni ya los vio en el coche, los de Marcos son también fuertes. Quizás algo más forzados que los de Toni. Ella aún no se había puesto en pie pero ya intuía que Marcos no era más alto que ella. Incluso dudaba de que fueran iguales.
Quinta parada.
-Me bajo aquí, chicos.
-Nos veremos. –sonrió Toni
Marcos la despidió haciendo un gesto con la mano. África hizo lo mismo y una vez fuera del autobús, sacó la lengua a Toni. Él sonrió de nuevo, pero ahora de una forma más pícara.
-Oye pues está buena. ¿De qué la conoces?
-De salvarle el culo.
-¡Qué suerte! También tiene buen culo.
-Y que lo digas… ¿Y tú? ¿La viste aquí y no me dijiste nada?
Mirada cómplice entre los dos. Se entendían. Llevaban años haciéndolo. Toni consideraba a Marcos su mejor amigo. El único bueno de verdad.  Sólo él sabía escucharlo como necesitaba. Ayudarlo. Apoyarlo. Marcos a su vez, creía que Toni era un tipo admirable. “¡Menos mal que es mi amigo!” se decía a veces.
Séptima parada. Ocho y veinte. Ahí bajaban ellos.

La primera clase estaba siendo aburridísima. Contando a África, eran seis en total.
-La gente es inteligente y se queda en casa. –comentaba Lidia, una de las mejores amigas de África.
-La gente es imbécil y no viene a hacernos compañía en este día tan maravilloso, cando pasado mañana dan las notas. –comentó Alejandra, otra buenísima amiga
-Será eso…
-¿Qué te pasa, Áfri? Sosa… -rió
África miró sonriente a sus amigas y les contó un resumen del día anterior y la mañana de aquel miércoles que había empezado bien.
-¡Pero qué suerte encontrarte con semejantes pivones!
Todas rieron.
-¿Y al tal Toni cuando le ves de nuevo?
-¡Y yo que sé, Li! –rió África nerviosa
-¿Hoy?
-No creo. Mañana quizás. En el autobús. Otra vez.
-Pero ahí estará también Marcos, nena…
-Tía, Lidia, aguafiestas. –comentó Alejandra. Miró entonces a África. –Tú tranquila que de Marcos me ocupo yo…
Risas de nuevo. Lidia era la única que tenía novio de las tres, y la que más experiencia tenía en esos temas.
Pasaron la primera, la segunda y la tercera hora entre charlas aburridas y comentarios sobre África y los chicos aquellos. Timbre. Recreo.