domingo, 10 de marzo de 2013

5.


Teresa le guiñó un ojo. Toni salió confundido. Había pensado que Teresa era una de esas chicas que intenta llamar continuamente la atención, atraer a los chicos hacia ella. Sacó su móvil y se centró en pensar en otras cosas, al fin y al cabo, no conocía a esa Teresa. Ningún mensaje, ninguna llamada. Miró un momento hacia atrás. Un cartel enorme, rojo, en el que ponía GymAfric lo despedía de aquella mañana de entrenamiento. África. Otra vez. Tuvo una idea.



Por fin sonó la alarma. Tres menos cuarto de la tarde. Los pocos alumnos que habían asistido a clase salían en orden, despreocupados. Había caras contentas, seguro que sabían que aprobarían todas las asignaturas. Había caras confusas, dudaban de cuantas suspenderían. Había algunas tristes. Pocas. Lo más probable es que las que faltaban no hubieran ido a clase. Normal, por otro lado.
-Mi padre me espera. Me lleva en el coche como de costumbre. ¿Vienes?
-Cogeré el autobús. No te preocupes. –sonrió África ante la propuesta de Lidia
-Eh, un momento… -parecía que sabía exactamente lo que África pensaba. –Tú lo que quieres es reencontrarte con Toni. ¿Me equivoco? –sonrisa pícara
-Claro que sí. Claro que te equivocas. Por supuesto. Anda, adiós.
África se alejó de su amiga, sacándole la lengua, aunque en realidad, ella llevaba razón: quería volver a ver a Toni. ¿Lo conseguiría? Si nunca se habían encontrado a la vuelta. “Imposible” pensó. “Pero, si el destino existe, que lo demuestre” se dijo a sí misma.
Caminó hasta la parada en la que él solía subirse, la  de enfrente de su casa, en la que hacía exactamente veinticuatro horas, el conductor le había dicho que no la llevaba. Miró la acera de enfrente. Nadie. Miró a su alrededor. Él no estaba. Ni su madre. Nadie conocido. Quizás debería tocar el portero de su casa y presentarse allí con la excusa de que quería agradecer a Marta, la madre de Toni, la comida. ¡No, no, no! Eso no. Qué locura. El autobús llegó.
Subió pensativa. Pagó. Le devolvieron el cambio. Ahora había más gente que de costumbre. Ningún asiento vacío. Iba cargada con los libros que había tenido que recoger. “Que coñazo” pensaba. Además, no había tenido la suerte de encontrarse con su querido Toni.


Marcos esperaba atentamente el autobús, en la misma parada donde se había bajado para asistir al gimnasio. Dos mujeres esperaban allí mismo, charlando de las buenas notas que sacarían sus hijos, con cierta falsedad, tratando de quedar la una por encima de la otra.
El autobús llegó. Un vistazo rápido. Otro. ¡Ahí! ¡Ahí estaba ella! África. Marcos se acercó lentamente hasta situarse enfrente de ella. Le sacaba unos centímetros, pero eso la hacía aún más sexy. Los ojos azules de ambos se encontraron.
-¡Vaya! –exclamó África girándose para buscar a Toni
-Hola, África. No, Toni no está. –rió Marcos
-No le buscaba. –mintió ella
-Ah, bien. –se limitó a decir el chico, que sabía perfectamente que no era así. – ¿Qué tal?
-Bien, ¿y tú?
-Cansado, el entrenamiento ha sido duro. Pero merece la pena.
-Tienes el mismo horario que yo en clase. ¿No te cansas?
-No. Aunque hoy he salido algo más tarde. Me quedé hablando con una nueva amiga que ha empezado a trabajar en el bar.
-Que bien.
El tiempo pasó rápido charlando. África se moría de ganas por preguntar a Marcos cosas acerca de su amigo, pero decidió callarse para no parecer una pesada.
Su parada.
-Me bajo aquí, ¿y tú?
-Dos más adelante. ¿Vives aquí? –preguntó África extrañada. El chico se había subido en la misma parada que Toni, y eso quedaba relativamente lejos de allí.
-No. Pero hoy como en casa de mi tía. –dijo bajando
-¡Nos vemos!
-Adiós –sonrió
Cinco minutos más tarde. Otra parada. Tres minutos después. Ahí bajaba ella. Miró rápidamente a la derecha, luego a la izquierda. La mochila parecía pesar cada vez más. Bajó del autobús.
Caminaba desde la parada hacia su casa cuando alguien levantó la mochila, que colgaba de sus hombros. Antes de que el individuo pudiera arrebatársela, ella le dio un codazo. Acto seguido, lo miró.
-¡Joder!
Toni estaba agachado detrás de ella. Muy guapo.
-¿Por qué me pegas? –dijo el chico apretando sus brazos contra su barriga. – ¡Vaya codazo!
-Lo siento, perdón. Perdón. –se disculpó África soltando la mochila y ofreciéndole la mano para ponerse en pie.
Toni la aceptó. Una mano fina, femenina. De uñas largas, pero no demasiado. Miró sus ojos. Tan azules, tan intensos y profundos como siempre.
-Bueno, hola. –se decidió a decir él
África rió.
-¿Qué haces aquí?
-Cosas del destino, supongo…
-¡Toni! –rió de nuevo
-Como el encuentro de ayer fue algo brusco y el de esta mañana demasiado corto, he venido para asegurarme de que te caigo bien y no piensas que soy un imbécil.
La cara de África se iluminó con los rayos de sol que la rozaban suavemente de frente. Que ojos tan bonitos. Que pelo tan castaño. Y tenía una buena sonrisa. Cálida y sincera.
-No, no pienso que seas ningún imbécil. Tranquilo.
Otras dos sonrisas. Toni recoge del suelo la mochila de África. “Vaya, es realmente guapa…” piensa.
-Dame. –le dice ella alargando el brazo para que Toni le devuelva la mochila.
-No, yo la llevaré. –sonríe
-No hace falta, de verdad que…
-¡No insistas, pesada!
-Borde.
-Fea.
-Gracias.
-De nada, cuando quieras...
-¿Cuándo quieras te lo repito? Muy visto.
Toni ríe. Es una chica lista.
-¿Cuántos años tienes?
-¿Cuántos me echas?
-Si estás aún en el instituto… dieciséis.
-Más.
-Diecisiete.
-¡Bien! ¡Premio para ti! –ríe África.
-¿Y cuál es el premio?
-Llevar mi mochila hasta mi casa.
-Eso ya iba a hacerlo…
-Ah, se siente.
Toni la mira fijamente. ¿Cómo es tan guapa? Toda su cara es un perfecto reflejo de frescura, despreocupación y felicidad. La juventud hecha persona.
-¿Qué miras?
-A ti.
-¿Por qué?
-Hay algo que no entiendo.
-¿Qué cosa?
-¿Por qué he hecho esto por ti? Lo de esperarte en la parada donde te bajabas, me refiero.
-¿No debería ser yo la que te preguntara eso?
-No.
-Ah, ya, claro. ¿Entonces qué quieres que te diga?
-Los motivos. La respuesta. –sonrió Toni
-Pues…, me amas. –rió tímidamente África
-¡Tú estás loca! Si no te conozco…
-Destino.
-¡Já! O sea, ¿que ahora si crees en el destino?
África sólo rió. Comenzó a caminar en dirección a su casa.
-¿Sabes? Hoy mi madre no está.
-¿Es una indirecta?
-Capullo. Tengo que pasar a recoger a mi hermano del colegio.
-¿No vuelve solo?
-Come allí, alguien tiene que recogerle, no le dejan salir solo.
-¿Y tú cuando comes?
-En cuanto llegue a casa. Me preparo yo la comida.
-Ah…
La respuesta de Toni fue escueta para lo desenvuelto que es él. Al escuchar que se quedaba sola sintió algo por dentro. Algo desconocido, un grito que luchaba por quedarse a su lado durante esa comida y quién sabe durante cuánto tiempo más.
-¿En qué piensas? –dijo África abriendo la cancela de la urbanización
-Nada…
-¿Has comido?
La conversación se encaminaba hacia donde Toni quería. Sonrió. No le había supuesto ningún esfuerzo.
-Sí, aunque me gustaría hacerte compañía mientras comes.
Se puso algo rojo. África sonrió tímidamente. Lo miró con detenimiento mientras pasaba delante  de ella camino de la casa. Estaba bueno. Era guapo. Parecía simpático. ¡Le estaba llevando su mochila! “Que majo…” pensaba ella.
La miró. África parecía estupenda. No era una tía fácil, pero a Toni le iban los retos, y esperaba que aquella chica fuera uno. Vio como ella lo miraba. ¿Qué pensaría de él?
–Es aquella casa. –señaló África
-Vives en un sitio pijo… -rió Toni
-Que va, si esto es muy humilde. Ahora verás la casa.
Toni miró atentamente como África abría la cerradura.
-Bienvenido.
-Gracias. –dijo él, soltando la mochila en la entrada. –Vaya… que buena decoración. –Sonrisa.
-Bueno, a mi madre le va este estilo… Ven a la concina, vamos.
Toni la siguió. Ella sacó unas patatas fritas congeladas y unos filetes empanados congelados también. Los metió en la freidora, que estaba ahí preparada y esperó a que estuvieran listo. Luego hizo lo mismo con las patatas. Diez minutos después, estaban sentados en la mesa del comedor.
-Puedes comer si quieres… -sonrisa.
-No, gracias. Me basta con mirarte.
Más sonrisas.
-¿Cuántos años tienes tú? –preguntó África pinchando otro trozo de carne
-¿Cuántos me echas?
-Doce…
-¡Tonta!
Los dos rieron y África le sacó la lengua.
-Pues no sé… veinte.
-¿Quién te lo ha dicho?
-Yo lo sé todo…
-Ya, claro, entonces… sabrás como se llama mi novia, ¿no?
¿Novia? ¿Qué novia? ¿Toni estaba saliendo con alguien? Y si era así… ¿por qué le afectaba a ella? Que estúpida, se lo debía haber imaginado, no es fácil encontrar un tío así de genial soltero. Pero a ella le daba igual. O eso quería creer.
-¿Tu novia? Sí…
-A ver…
-Marta.
-Esa es mi madre. –ríe Toni
-Andrea. Ángela. María. Susana.
-Oh, qué pena. No has acertado.
-Ya… -África parece molesta
Toni se percata. Sonríe para sí mismo. Quiere conseguir a África, le parece una chica interesantísima y divertida, a pesar de que apenas la conoce. ¿La invita a cenar? Demasiado clásico. ¿Cine? ¡Uf! Peor aún. ¿Tarde en su casa a solas? Demasiado atrevido. Necesita un plan original e ingenioso. No parece una chica demasiado clásica, seguro que le van las aventuras. ¿Le irá también el riesgo, como a él? No puede arriesgarse a proponerle cualquier tontería, podría perderla. ¿Un paseo a caballo? ¿Una barca en El Retiro? ¿Le gustarán las flores? ¿Bombones? ¿Tiene que ser romántico con ella? ¿Un caradura? No, eso nunca funciona. ¿Entonces?

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